Al incorporarse las costumbres españolas a las indígenas se
originó lo que actualmente conocemos como el Altar de Muertos, una
manifestación simbólica que reúne elementos de ambas culturas.
En las comunidades indígenas la tradición se manifiesta con mayor
pureza, en las zonas urbanas los altares de muertos se han transformado
incorporando elementos artísticos o llegados de culturas lejanas.
El altar tiene a la muerte como tema principal. Usualmente se
coloca en un lugar importante como la estancia o la sala de la casa. En
comunidades, como en Huaquechula, en el estado de Puebla, la familia construye
un altar de madera y de manera artística expresa su duelo. Ofrecen bebidas y
comida típica a las personas que acuden a presentar sus respetos al difunto y
dejan una vela encendida.
Los altares tradicionales sencillos muestran dos niveles que
simbolizan la vida terrena y el mundo de los cielos. Los más apegados a la
tradición contienen siete niveles simbolizando el camino que el alma debe
seguir hasta encontrar la paz eterna. Se asocia también al concepto de los
siete pecados capitales.
En todos ellos pueden observarse con facilidad los elementos que
corresponden al cristianismo y al mundo prehispánico.
v La cruz fue introducida por los evangelizadores españoles, puede
representarse con frutas, flores, semillas, madera, ceniza, o colocar la que
perteneció al difunto. Se sitúa a todo lo alto, junto a la fotografía de la
persona a la que se dedica el altar.
v El retrato se ubica de cara a un espejo, de esa manera no verá
directamente a los familiares y recordará que ya no pertenece al mundo de los
vivos. Los familiares también lo verán a través del reflejo.
v
Las imágenes de los santos de su devoción, como
mediadores en su tránsito por el purgatorio.
v
El papel picado simboliza el viento y la alegría por
la llegada de los difuntos, puede emplearse en tiras o un desplegado atrás del
altar.
v
El vaso con agua se ofrece a las ánimas para saciar
la sed luego del largo recorrido y se relaciona con la pureza del alma.
v
No pueden faltar el platito con sal y los recipientes
de barro con la comida que más le gustaba al difunto. Mole, pipián, tortillas, tamales,
arroz, frijoles, dulces típicos y chocolate en agua son los tradicionales. Se
dice que al llegar, el espíritu se lava con el chocolate, así los familiares
podrán percibirlo a través del dulce aroma.
v
El pan de muertos, aportación virreinal que representa
el alimento espiritual o Cuerpo de Cristo.
v
Con el licor le recordarán los acontecimientos
familiares en los cuales brindaron por la felicidad. Puede colocarse la botella
o bien servirlo en una copa o vaso.
v
Las calaveritas de azúcar, de tamaño pequeño, se
ofrecen a la Santísima Trinidad o a los niños difuntos, las medianas recuerdan la inevitable
presencia de la muerte y las de mayor tamaño
representan a Dios Padre o al Ser
Supremo.
v
Las velas y veladoras le dan el toque luminoso, simbolizan
la luz de la fe que reanima a las almas en su camino. Usualmente se colocan cuatro,
una por cada punto cardinal. En otros altares se enciende una veladora por cada
alma que se invita.
v
Al pie del altar se coloca el incensario y la esencia
de copal, siendo ambos una aportación indígena. El incienso limpia y purifica
las energías del lugar y a quién lo utiliza. El aroma atrae a los espíritus
buenos y protege a los familiares durante la espera.
v
La flor tradicional es el cempasúchil. El color
amarillo-naranja se acompaña con el blanco de la flor de nube. Una parte del
cempasúchil se deshoja y los pétalos se esparcen formando un camino que guiará
a las almas con el aroma.
v
La jofaina, la jarra y la toalla para lavarse, junto
a una muda de ropa limpia son otros elementos que pueden encontrarse al pie del
altar.
En esta fecha pueden visitar los Altares de Muertos y enseñar a los niños una de las manifestaciones
culturales declaradas por la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad.
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