La fiesta de Halloween o de las brujas se ha transformado con el
paso del tiempo convirtiéndose en una delicia para niños y grandes, que poco
tiene que ver con los motivos del pasado.
Hace más de 3000 años, los Celtas, un pueblo asentado en la actual
Irlanda, Inglaterra, Escocia, Francia y España celebraba el 31 de octubre el
Samhain. Los Celtas creían que los espíritus de los muertos regresaban a la
tierra en la noche del 31 de octubre. Se vestían con cabezas y pieles de
animales para ahuyentarlos. Cuando fueron conquistados por los romanos
incorporaron al Samhain la celebración a los muertos y a la diosa de las
cosechas. Los católicos irlandeses, ya en el siglo XIX, añadieron a esa fecha
la conmemoración a los santos que no contaban con un día especial, le llamaron
fiesta de Todos los Santos, el día anterior o víspera recibió el nombre de
Halloween.
El contenido mágico, considerado pagano, llegó a los Estados
Unidos en 1846 y poco a poco se transformó en lo que ahora conocemos como el
Halloween. También se introdujo en México logrando un delicioso sincretismo con
la tradicional fiesta de los muertos, celebrada el 1 de noviembre. En la
actualidad, calabazas, calaveritas de azúcar, altares de muertos, disfraces de
calacas, brujas y espectros caminan de la mano en una fiesta popular que se
realiza en las escuelas, las calles y los hogares. La muerte convive con la
vida y de alguna manera se convierte en momentos de reflexión.
Las brujas tuvieron un atractivo especial para los antiguos, así
mismo fueron perseguidas por considerarse seres del mal. El Papa Inocencio
VIII, con la bula papal Summis
desiderantis affectibus, en el año de 1484, inició la persecución, tortura
y ejecución de las personas acusadas de practicar la brujería. Una de las más
conocidas y famosas en la historia fue Juana de Arco.
En la actualidad la percepción cambió y las niñas son felices con
los disfraces de brujas. Se acompañan de las calabazas ahuecadas, costumbre que
deriva del antiguo farol llamado Jack-o-latern,
que tiene su origen en el folklore irlandés del siglo XVIII. La leyenda cuenta
que Jack fue un bebedor empedernido y el demonio intentó llevárselo al
infierno. Jack logró engañar al diablo y cuando murió no pudo ir ni al cielo ni
al infierno. Para iluminar su camino, puesto que caminaría entre la oscuridad
hasta la llegada del juicio final, el diablo le regaló una brasa ardiente
dentro de una especie de nabo ahuecado. Los inmigrantes irlandeses emplearon
las calabazas ahuecadas por ser más grandes que los nabos, actualmente se usan
como adornos o recipientes para recibir dulces y regalos. Con la pulpa de la
calabaza se elaboran deliciosos postres.
Una fiesta que podrás organizar confeccionando disfraces
divertidos o transformando los del año anterior. Involucra a los pequeños en la
preparación de galletas y pasteles. Disfruta de las tradiciones que con el paso
de los años se transforman y enriquecen.
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