Quien desarrolla el amor por las mascotas, ha descubierto uno de los sentimientos más puros. Es adoptar a otro ser y adaptarse a convivir con una especie distinta a la humana. Se trata de una simple conexión sin idiomas e intuitiva, de ademanes, gestos y ruidos o simplemente de cariño. Nosotros las podemos ver como los niños que nunca crecen, y seguramente las mascotas nos han de ver como los eternos amigos para jugar y acompañarnos.
Las mascotas no entienden de pasado ni futuro, solo viven y disfrutan del presente con quienes les brindan protección. Presente, donde la emoción principal es esperarnos, recibirnos, buscar nuestra mirada y segundos de atención. La espera puede ser de horas o de décadas, pero siempre nos esperan.
Las mascotas, entre muchas de sus bondades, se integran fácilmente a la familia o se adaptan a las soledades de sus amos. Estimulan el sentimiento de compañía, confianza y seguridad. La sola interacción con ellos, nos distrae y elimina el stress. Estos singulares animales, poco entienden de decepciones o depresiones, pero sienten o perciben lo que sucede. Su intuición les da la capacidad de detectar el peligro y alertar.
De una forma tan sencilla, una mascota nos enseña lo que es el amor a la vida, sin pretensiones ni materialismos, disfrutan de lo poco o mucho que tienen, del ambiente que les rodea, de la naturaleza, la comida y de una tierna caricia.
Si aún no has tenido la oportunidad de descubrir el mundo de las mascotas, estás a tiempo. Dale a tu vida ese privilegio y enséñales a tus hijos desde pequeños el verdadero significado de la palabra amor.
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