El país en el
que nace y se desarrolla un niño es muy importante, ya que aprende las
prácticas culturales más esenciales de un individuo, lo que va a condicionar
modos de pensar, sentir y actuar; maneras de comer, vestir, conversar, las
preferencias, entre otros. Inclusive los deseos son condicionados desde la más
temprana infancia y dependen del hábitat inicial en el que un niño crece.
La influencia
del país es inconsciente en el ser humano. El entorno es el escenario donde la
vida comienza a desarrollarse; las primeras relaciones se tienen con los
padres, la familia, el barrio, la región y la ciudad. Si ese entorno es
convulsionado, si es pacífico, si ofrece oportunidades, si es alegre, si está
en conflicto, si genera preocupación, etc., va generando unas situaciones que
condicionan el desarrollo del bebé y, posteriormente, su actitud ya como
ciudadano consciente.
La
preferencia por cierto tipo de música, colores, sabores y olores está
socialmente construida. Por ejemplo, el hecho de que una persona prefiera el
arroz con leche y no un fondue depende, en gran parte, de lo que probó en la
primera infancia. Lo mismo ocurre con la música, el clima, el vestuario, etc.
Además, el país también influye en la personalidad.
Aunque los
bebés que nacen en un mismo lugar tienen características semejantes, hay
factores sociales que marcan una diferencia importante. Por ejemplo, un niño
que nació en una habitación y vive allí con cuatro personas más, no se va a
criar de la misma manera que aquel que tiene habitación propia y duerme con
todas las comodidades.
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