La alimentación en el planeta plantea retos importantes que
conciernen tanto a gobiernos como a civiles, en especial, a todas aquellas
mujeres que tienen en sus manos el poder de decisión en la cocina.
De la cocina surgen los platillos que nutrirán a la familia. A la
cocina llegan los productos alimenticios cultivados en las granjas y los campos.
El comercio de alimentos involucra sumas millonarias y el círculo se amplía
cuando se contempla el impacto al medio ambiente. Alimentar a la población
mundial supone un esfuerzo para los seres humanos y para la Tierra.
En 1979, en la Conferencia de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se instituyó el Día Mundial
de la Alimentación, con el propósito de concientizar acerca del problema
alimentario mundial y sumar los esfuerzos para combatir el hambre, la
desnutrición y la pobreza.
No existe una fórmula universal que pueda aplicarse a todos los
países, porque cada nación tiene características propias y además se constituye
por etnias o poblaciones diversas. De ahí que se puedan encontrar, en un mismo
país, abundancia e insuficiencia alimentaria.
La situación es compleja y se han implementado programas
educativos dirigidos a los grupos vulnerables; a través de ellos se les enseña
a optimizar los recursos alimentarios con los que cuentan. Una contribución al complicado
tema de la alimentación en el planeta, al
que cada vez se suman más países y organizaciones no gubernamentales (ONG).
La alimentación en México se basa en el maíz y el frijol,
consideradas como plantas de compañía puesto que las condiciones de crecimiento
son similares, se siembran y cosechan aproximadamente en la misma época del año
y esos factores las hacen compatibles. El maíz y el frijol se combinan,
frecuentemente, con el cultivo de la calabaza, esta ayuda a desvanecer la
maleza y funciona como una cubierta en la tierra.
El maíz alimentó a las naciones indígenas desde épocas muy
antiguas y se consideró como un regalo de los dioses. En México, el lugar de
origen se sitúa en el municipio de Coxcatlán, en el Valle de Tehuacán, en el
Estado de Puebla. El valle tiene un clima seco y la lluvia escasa. En esa
tierra seca y caliente, el antropólogo estadounidense, Richard Stockton
MacNeish, encontró vestigios arqueológicos de plantas de maíz que se estima
provienen de hace ocho mil años.
Las semillas del maíz salvaje, conocido como teocintle (Euchlaena
mexicana Schrod), fueron domesticadas por los
hombres que habitaron en ese lugar, expandiéndose a otros grupos humanos de
Mesoamérica y de ahí al resto del mundo. En Guatemala y en el Himalaya, por
ejemplo, también se han encontrado vestigios antiguos de una variación de este
cereal.
El cultivo sustentable del maíz y el frijol se convierte en una
opción que ayudará a mitigar el problema de la alimentación, en poblaciones
indígenas de América, sin embargo, debemos señalar que la mala nutrición no
sólo se relaciona con la pobreza sino con la deficiente educación nutricional.
Solucionar la alimentación
en el planeta involucra principalmente a los gobiernos, pero desde el
corazón del hogar mamá puede iniciar vigilando la economía en la cocina, y la
variedad y la calidad de los nutrientes.
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